En el año 1300 Gonzalo Chacón, caballero de la Orden de Santiago, propietario de unos terrenos en Aranjuez junto a una zona de huertas por donde discurría el cauce del río Tajo formando meandros, se ordena construir una casa-palacio. Se trataba de una zona que también era utilizada para autoabastecer el lugar de asentamiento de los caballeros de la Orden de Santiago en Ocaña, por ser unos terrenos muy fértiles. La propiedad pasará a los Reyes Católicos, ya que Chacón era hombre de confianza de la reina. Desde entonces se conocerá como La Isla de la Reina.
Posteriormente, cuando Felipe II establece la Corte en Madrid, declara Real Sitio ese lugar de Aranjuez. Al igual que hace en los otros Reales Sitios, y teniendo en cuenta lo favorable del clima y del suelo del lugar, encarga a sus arquitectos y jardineros una serie de trabajos ya que le agrada extraordinariamente el entorno. Amante de las plantas y conocedor de los jardines de Europa y de los de España, y pudiendo disponer de arquitectos y jardineros, comienza lo que será el origen de uno de sus lugares favoritos. Ordena trazar una calle en el lugar que ocupará la denominada Calle Larga, será el eje de simetría del jardín que coge la mayor longitud posible de la isla. Los cruces de esta calle con otras vías dan áreas de plantación siempre rectangulares.
A lo largo de esa calle se ponen fuentes mitológicas grecorromanas. Sabemos los nombres de algunas que estuvieron situadas a lo largo de esa calle, pero no dónde estaban. Existieron La Fuente del Cardenal y una fuente dedicada a Diana.
Según la voluntad del rey los árboles se colocaban a lo largo de todas las calles principal y secundarias. A sus pies se ponía una parra de vid que se hacía subir por los troncos. Se emplearon celosías en madera y algunas de las rúas tenían bóvedas hechas también de madera componiendo túneles de verdor. Por orden de Felipe II se trajeron desde los Países Bajos tilos y olmos con los que se completaron curiosas alineaciones. Su tercera esposa, Isabel de Valois consulta a menudo a su madre Catalina de Medicis sobre jardines y, por tanto, será de gran apoyo al monarca en su labor de asesoramiento.
Parece que a Felipe II le gustaban mucho las rosas, especialmente la mosqueta y que en La Isla contaba con tal cantidad de rosas que los pétalos se recogían por quintales, de modo que se adornaban y perfumaban con ellos las iglesias y las habitaciones de palacio. También utilizaba estos pétalos para hacer perfumes en la fábrica de quintaesencias levantada junto a palacio. También había naranjos, limoneros, cidros, jazmines, clavellinas, azucenas y mirto. El resultado será un jardín más cromático que los que renacentistas de la península itálica. Otra planta que le gustaba mucho a Felipe II era el junquillo amarillo (Narcissus jonquilla), flor de primavera. De ello habla en las cartas que envía a sus hijas Isabel Clara Eugenia y Micaela Catalina cuando asegura que “…el junquillo amarillo que os llevaron de Aranjuez creo que es del campo, que sale primero que el del jardín, aunque no huele tan bien…”.
También manda construir en 1568 a Juan de Herrera una presa, bautizada como El mar de Ontígola, que se utilizará para regar y para navegar. También será Juan de Herrara el encargado del diseño y desarrollo de su jardín reservado en La Isla, llamado Jardín del Rey, rodeado de una galería con hornacinas donde se colocan bustos de personas de su dinastía.
Con Felipe IV se crea el eje central que encadena todas las fuentes que han llegado a nuestros días, es decir, la fuente de Hércules y la Hidra, la fuente de Apolo, fuente de las Horas, fuente de las Harpías o del Niño de la Espina, fuente de Venus, fuente de Baco, fuente de Neptuno, fuente de los Tritones, y fuente de Diana.
“…Pudimos conocer Aranjuez en visita privada, el jardín y el palacio, construido por Felipe II, esposo de la Reina María de Inglaterra. He visto los árboles más grandes y más nobles que existen, muchos perforados con caños que alzan el agua hasta las copas y la dejan caer en lluvia alrededor. Hay también numerosas fuentes y las más largas avenidas de olmos que yo haya jamás visto. En el jardín no faltan robles ingleses, olmos, y el Tajo hace de él una isla.” (Lady Fanshaw. 1660)
Además de La Isla, Aranjuez cuenta con otro jardín, el del Príncipe, que manda construir Fernando VI. A este rey se deben las fiestas en los jardines y el que levantara la prohibición de la construcción privada, modificando las condiciones del Real Sitio. Amplió los jardines al otro lado del puente de Barcas, ordenó la construcción de un pabellón de descanso próximo al embarcadero y posteriormente la de otros cuatros pabellones en los cada uno de los ángulos. El embarcadero era el punto de partida para los paseos fluviales que tanto gustaban al rey. También por el río llegaban los soberanos a los puestos de caza con dos embarcaciones celebrándonse al atardecer juegos de pólvora.
En 1728 comienzan las obras del jardín del Parterre. Su disposición, inspirada en el Barroco clasicista francés, tenía cuadros de plantación con setos de boj en broderie, árboles recortados en bola y fuentes. Actualmente podemos disfrutar de la fuente de Hércules y Anteo, y de la de Ceres.
Coca, en el tomo III de la obra “Trujillo del Perú en el siglo XVIII”, de Martínez Compañon. Biblioteca del Palacio Real de Madrid
Plan de las huertas llamadas de Picotajo sitas en el Real Sitio de Aranjuez. 1744
Rosa mosqueta
En 1759 Carlos III se convierte en rey de España, rey ilustrado, que trajo el gusto por lo que serian los jardines neoclásicos de Italia. Con el el Jardín del Príncipe (1772) toma este nombre de forma definitiva, siendo el arquitecto Juan de Villanueva y el jardinero Esteban Boutelou los encargados del mismo.
Con Carlos III, Aranjuez se configura como una explotación agrícola modelo, queriendo fomentar en el reino una agricultura mejorada. Fue un rey que apreciaba a los agricultores, que estableció leyes agrarias y que creó sociedades para favorecer la industria de la tierra, lo que desgraciadamente no significó que la racionalización de los cultivos en Aranjuez tuviese mucha influencia en las prácticas tradicionales del campo español.
Carlos III dibuja calles arboladas para ordenar el territorio, y emprende nuevas explotaciones agropecuarias como El Cortijo, La Casa de Legamarejo, La Casa de Vacas o Las Casas de Sotomayor, entre otras. Por una parte se trataba de volver a lo natural y por otra de establecer un política agraria de acuerdo con la Ilustración.
Esto hace que los diseños ornamentales pasen a segundo término, aunque también destaca por la cantidad de nuevas plantas que se importan para estos jardines o para el Botánico.
En el siglo XVIII se importan nuevas plantas de París como es el caso del cultivo de Ananas (Piña), aunque más importante va a ser la aclimatación de plantas de América y Filipinas. Por ejemplo, el intento en 1765, de aclimatación en Aranjuez del árbol mariposa (Lila de verano) que llega desde Cuba. En 1766, el gobernador de Nueva Orleans envía varios cajones de plantas, en 1768 llegan varios cajones de plantas de plátanos, que se aclimatan promero en los viveros y se plantan después en el jardín. A principios de 1769 se reciben semillas de un gran árbol del Orinoco. En 1783 se aclimata el cedro de América. En 1786 se realizan plantíos del Ahuehuetes, procedentes de México. En 1787 llegan plantas vivas de Filipinas. En 1788 se importan plantas de Caracas. No se conservan las relaciones de las especies que van llegando, pero parece evidente que los jardines de Aranjuez se convierten en espacio de aclimatación de las mismas.
Al lado opuesto del Español aparece una amplia huerta con trazados y plantación regularmente trazados. El jardín Anglo-Chino, según el plano de Boutelou, con largas calles abovedadas con túneles de verdor. En esta zona se encuentran la fuente de Narciso, fuente de Ceres, y fuente de Apolo. El jardín de los Chinescos, anteriormente llamado Estanque de los Peces, contiene elementos arquitectónicos que pretenden revivir diferentes estilos de tiempos pasados. La Montaña Rusa es una Montaña artificial. Suben hasta arriba unas escalinatas y en la cúspide hay un templete de madera de estilo neogótico, para descansar y para admirar desde lo alto una interesante perspectiva. La Casita del Labrador, era una casa de descanso y recreo. En torno a la casita hubo una ría con tres puentes para su acceso que se cegó en 1828.
Los pájaros estaban presentes en el jardín. Era frecuente poseer colecciones de aves exóticas, como los faisanes y pavos reales.