Boadilla del Monte es una localidad situada al oeste de la Comunidad de Madrid, a 15 kilómetros de la Puerta del Sol de Madrid, que limita al norte con Majadahonda, al sur con Villaviciosa de Odón y Alcorcón, al este con Pozuelo de Alcorcón y al oeste con Brunete y Villanueva de la Cañada. En su entorno encontramos grandes extensiones, pinos, leñas altas y bajas y pastizales. Por su término municipal discurren los ríos Guadarrama y Aulencia, así como varios arroyos como el Calabozo, Las Pueblas, Valenoso, Prado Grande, Los Pastores o Los Mojuelos. Con una superficie de 47,20 kilómetros cuadrados, en el año 2017 contaba con 51.463 habitantes.
El lugar ha estado habitado desde muy antiguo. Los trabajos realizados por los arqueólogos en la búsqueda de la tumba de San Babilés, patrono de la ciudad, que vivió en torno al año 717, han descubierto una gran metrópoli visigoda. Se han documentado y excavado unas 220 sepulturas pertenecientes a diferentes periodos históricos. También se han documentado estructuras de época protohistórica, de la época de transición entre el bronce final y la primera edad del hierro, siglos VIII y VII a.C, lo que amplía en un milenio el conocimiento sobre la ocupación humana en torno al Cerro de San Babilés.
A principios del siglo XVI la localidad era ya conocida por el nombre de Boadilla del Monte y formaba parte del alfoz madrileño. En 1576 contaba con unos 70 vecinos, entre 200 y 300 habitantes, pasando a ser aldea de Madrid y señorío de realengo, dependiente del rey en su organización política. En el año 1576 Felipe II encarga las Relaciones Topográficas, donde se incluye una descripción de todos los pueblos de España, donde aparece Boadilla y se menciona a Iglesia de San Cristóbal y la Ermita de San Babilés.
En el siglo XVII Felipe IV pone a la venta una serie de territorios, entre ellos Boadilla, que adquiere don Jaime Manuel de Cárdenas, marqués de Belmonte y duque de Maqueda y Nájera, pasando el pueblo a ser un señorío nobiliario. Posteriormente, el lugar se vende sucesivamente, hasta que llega a manos del infante don Luis Antonio de Borbón y Farnesio, en el año 1761, incluyendo la casa familiar, donde construiría su gran palacio, con el jardín que nos interesa. También compra el condado de Chinchón a su hermano el infante Don Felipe, duque de Parma. En esta época el lugar adquiere una gran importancia, convirtiéndose en un Real Sitio, en el que el crea una Corte particular.
El edificio construido tenía planta rectangular formada por tres cuerpos y una fachada en la que destacan los elementos decorativos de estilo neoclásico, como las cornisas de las ventanas, o las columnas. Cuenta con dos torreones, el izquierdo, acoge una escalera de servicio y el derecho esconde bajo él la bella cúpula de la capilla. En la planta baja se encontraba el vestíbulo, dando paso a la mencionada capilla, la estancia más llamativa del palacio. Se trataba de una capilla pública, de planta rectangular, estilo neoclásico y decoración con mármoles y bronces, en ella estuvo el cuadro de Cristo Crucificado, obra de Velázquez.
De la planta baja una escalera lleva al semisótano, donde se encontraba una gran cocina y una gran sala que utilizaba el infante para sus conciertos y otra gran sala destinada seguramente a comedor. Por otra parte, la escalera subía a la planta noble donde existían tres grandes salones que daban a los jardines mientras que en los extremos se encontraban los dormitorios. El piso superior albergaba las habitaciones del servicio.
Como ejemplo de infante muy culto, don Luis actuó como un gran mecenas y de las paredes colgaban cuadros que representaban casi todas las escuelas de la época, como la española, la holandesa o la italiana, con artistas como Murillo, Velázquez, Jordán, Goya, o Coello.
Los jardines tenían una clara influencia italiana y se extendían al pie de la fachada meridional del palacio, distribuidos en dos áreas bien diferenciadas, el jardín alto y el jardín bajo, separados por dos galerías. En estos jardines se instaló inicialmente la Fuente de las Conchas actualmente en el Campo del Moro. Además estaban las huertas que abastecían a Palacio. El recinto tenía un cerramiento de cal y ladrillo descubierto sobre el que descansaba una balaustrada de piedra blanca de Colmenar de Oreja. Para su acceso disponía de cuatro puertas neoclásicas.
Una construcción curiosa fue El Gallinero del Palacio, situado entre el palacio y el convento de la Encarnación, que se utilizaba para alojar a los animales exóticos.
El agua, tan importante para poder realizar estas construcciones, tiene su reflejo en la fuente de Ventura Rodríguez o de los Tres Caños, de estilo neoclásico, que contaba con un deposito que recogía las aguas necesarias para abastecer el palacio, las fuentes y el riego de huertas y jardines. Hoy podemos apreciar la obra en la entrada de Palacio.
En el año 1796 el palacio sufre un aparatoso incendio que destroza una gran parte del mismo. Durante la Guerra Civil el edificio fue usado por el general Varela como puesto de mando del bando nacional y más adelante fue hospital de sangre. Durante esta época el palacio fue totalmente expoliado. Durante la posguerra el Servicio Nacional de Regiones Devastadas y Reparaciones fue el encargado de reconstruir el pueblo y el organismo que determinará la estructura actual de la población, por un lado palacio y convento y por otro el pueblo actual. El 26 de agosto de 1974, el palacio es declarado Monumento Histórico-Artístico y en 1998 lo adquiere el Ayuntamiento de Boadilla del Monte.
En abril de 2014 se inicia su reconstrucción y el resultado de las obras se muestran al publico los días 21 y 22 de marzo de 2015. Las obras corrieron a cargo del Ayuntamiento de Boadilla del Monte que deseaba convertir el Palacio del Infante Don Luis “en el corazón cultural del municipio y en un polo de atracción turística”. El proyecto de restauración de estos jardines son diseño de la paisajista Lucía Serredi que utilizó los planos del plan de 1868. Dicho proyecto supuso la recuperación de 13.000 metros cuadrados de terreno, repartidos en dos cuarteles o parterres de boj de 6.500 metros cada uno, con 45 centímetros de altura cada seto. Lucía Serredi ha tratado de recuperar el diseño de Ventura Rodríguez. La misión está cumplida. Actualmente se pueden visitar los resultados en el propio jardín, incluso el ayuntamiento organiza visitas guiadas al mismo. Algunas de las plantas que se han utilizado en la recuperación han sido perales de flor, árboles de Júpiter, tilos de Holanda, árboles del Amor o de Judas, cipreses de la Toscana, boj, lilos, camelias, magnolios, rododendros, rosales de Banksia, violetas, vincas o jazmines, entre otras especies.