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El ser humano ha buscado siempre emplazamientos donde disfrutar de la naturaleza. En unos casos los ha creado especiales, como muchos de nuestros jardines occidentales, repletos de plantas. Otros jardines se nos presentan sin plantas o con muy pocas, como los jardines Zen. Un jardín es un espacio donde podemos dar forma a nuestra relación con la naturaleza donde no basta con mirar o escuchar. En un jardín disfrutaremos con imágenes, sonidos, olores… Incluso podremos degustar y tocar. Cuando se trata de jardines históricos tenemos que apreciarlos como bienes culturales en los cuales la naturaleza y la historia se funden. Se trata de cultura viva, en proceso de transformación permanente. Los jardines históricos han ido evolucionando con los años. Se han ido adaptando. Pero siguen siendo recintos donde podemos disfrutar de esa relación con la naturaleza y además, de nuestra historia.

Los jardines históricos son bienes artísticos que forman parte de nuestro patrimonio cultural como las catedrales, la escultura, la pintura o la música, aunque en nuestro país, por razones desconocidas, ese valor cultural se ha olvidado e incluso despreciado en numerosas ocasiones. Escuchar, oler y sentir el jardín, es nuestra propuesta, y para ello iniciaremos nuestro periplo con los jardines renacentistas de Felipe II, sin olvidar a Carlos III, haciendo especial hincapié en todas las transformaciones que han sufrido a lo largo de los siglos.

Previamente a la llegada al trono de Felipe II España contaba ya con jardines renacentistas. Como ejemplos significativos se pueden citar el jardín del conde de Benavente, que el entonces príncipe Felipe pudo visitar en el año 1554, o el que el duque de Alba tenía en la población cacereña de Abadía. Pero será el sucesor de Carlos I quien impulsa la construcción de zonas ajardinadas con intenciones tanto lúdicas como estéticas al crear una red de Reales Sitios en torno a la Corte de Madrid, como residencias estacionales. Se puede, por tanto, considerar a Felipe II como el verdadero impulsor en nuestro país del ajardinamiento asociado a las construcciones reales, en este caso de carácter renacentista. La red de Reales Sitios permite a la Corte el siguiente recorrido: primavera en Aranjuez, verano en Valsaín, otoño en El Escorial e invierno en El Pardo y Madrid.

Muchos de los elementos compositivos que los jardines de Felipe II presentaban en un principio se han perdido. Es obligado recordar que el primer estudio sistemático sobre la ordenación arquitectónica de los jardines de Felipe II se debe a Francisco Íñiguez Almech y aparece recogido en su libro Casas Reales y Jardines de Felipe II, de 1952. Posteriormente se realizaron trabajos muy interesantes coincidiendo con IV Centenario de la muerte del sucesor de Carlos I. En 1998 se publica la antología Jardín y naturaleza en el reinado de Felipe II dirigida por Carmen Añón, una de las grandes investigadoras paisajistas de España.

Con los Borbones llega a nuestro entorno otro estilo de jardín, el neoclásico. Un ejemplo de ello lo tenemos en las Casitas de El Escorial. En concreto, la asunción del trono por parte de Carlos III supuso una auténtica reactivación del interés por el ajardinamiento de los Reales Sitios y, como consecuencia de ello, todos podemos disfrutar en la actualidad de las creaciones  o de las modificaciones que dicha dinastía realizó en el ámbito de la jardinería real.

La llegada de ingenieros, jardineros y arquitectos extranjeros, principalmente holandeses e italianos, junto con flamencos especializados en jardinería hidráulica, en fontanería y en la construcción de diques y estanques, así como la formación de españoles en estos países, facilitaron la creación y evolución de edificios y jardines dentro del estilo dieciochesco. El clasicismo italiano prevalece como el estilo oficial pero, en cuanto a la jardinería, se impondrá el modelo flamenco  basado esencialmente en una estructura de parterres, con un mundo multicolor de flores en su interior.

ICOMOS, International Council on Monuments and Sites, es una asociación civil no gubernamental,  fundada en 1965, como resultado de la Carta de Venecia de 1964, domiciliada en París y ligada a la ONU, a través de la Unesco, Es responsable de proponer los bienes que reciben el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Su principal objetivo es el de promover la teoría, la metodología y la tecnología aplicada a la conservación, a la protección y a la valorización de monumentos y de sitios de interés cultural, entre los cuales se encuentran los Jardines Históricos. La Carta de Florencia, de 1982, señaló una etapa definitiva en la conservación de los jardines históricos. A partir de entonces las legislaciones de los países europeos y muchas de las del resto del mundo, que no habían incluido esta protección en su legislación, comenzaron a hacerlo y hoy en día es una normativa mundialmente admitida.  Carta de Florencia 1982