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Muy cerca de Madrid, a unos 8 kilómetros de la Puerta del Sol, nos encontramos con un espacio natural de 15.821 hectáreas que se considera el bosque mediterráneo más importante de la Comunidad de Madrid y uno de los mejor conservados de Europa, Junto con su apéndice, el Monte de Viñuelas. Supone más de la cuarta parte (el 26,4 %) del término municipal de la capital. Su altitud media es de 681 metros, con un mínimo de 600 metros y un máximo de 860 m.

Desde el punto visto de capa vegetal la encina convive con quejigos, enebros y alcornoques y en los sotos, encontramos fresnos, sauces y chopos. Las especies arbustivas predominantes son las jaras, las retamas, los labiérnagos, los romeros y los cantuesos. El Monte de El Pardo cuenta con árboles centenarios. Algunos de ellos están incluidos en el Catálogo de Árboles Monumentales Madrileños, caso de dos olmos, a los que se les atribuye una edad de 200 años, situados junto al río Manzanares. El mayor de ellos mide más de 25 metros de altura y la base de su tronco tiene una circunferencia de más de ocho metros y medio. Su copa posee un diámetro de 23 metros. El otro ejemplar alcanza una altura de 21 metros, con un perímetro en su tronco de 5,30 metros y un diámetro de copa de 22 metros. También se encuentran alcornoques de grandes proporciones. Existe un ejemplar de 16,5 metros, con un diámetro de copa de 22,5 metros y un perímetro de tronco de 3,85 metros. De menores dimensiones es uno de 14 metros de alto y una copa de 21,5 metros.

Como especies faunísticas, encontramos algunos animales emblemáticos como el águila imperial, el buitre negro y la cigüeña negra, además de las numerosas especies de mamíferos como ciervo, gamo, jabalí, gato montés, conejo, tejón, zorro, gineta, comadreja, etc. Entre las especies de reptiles destacan la culebra de escalera, el lagarto ocelado y la lagartija cenicienta.

El núcleo originario de la zona era conocido como Dehesa Vieja o Monte Hueco. Debido a esta abundancia de caza Enrique III de Trastámara manda construir la llamada Torre de la Parada del Rey. El palacio del Pardo se edificará en el siglo XVI a partir de un edificio primitivo del siglo XV diseñado por Luis de Vega, autor también del palacio de Valsaín. El nuevo edificio seguía el esquema de un alcázar cuadrado, con cuatro torres en los ángulos y un patio porticado en el centro. Las fachadas de ladrillo se articulaban a través de ventanas con pequeños balcones siendo el único elemento escultórico remarcable el gran portal de entrada con el escudo de Carlos I. En 1557, rienando ya Felipe II, se empezó a retejar el edificio con una puntiaguda techumbre de pizarra emulando la arquitectura flamenca que tanto gustaba al soberano. Anexo al palacio se edificó la Casa de los Oficios, destinada a alojar a los sirvientes y miembros subalternos de la Corte. Fue Felipe II quien otorgó al lugar la Real Cédula que fija el acotamiento del Monte, en perjuicio de los aprovechamientos de pasto, leña y cultivos. La incompatibilidad entre la función cinegética y otros usos hizo que la Corona se fuera apropiando completamente de los territorios. El 13 de marzo de 1604 sobrevino un gran incendio que destruyó buena parte del palacio y la mayoría de las obras pictóricas allí depositadas, si bien se salvó la llamada Venus de El Pardo, de Tiziano, actualmente en el Louvre. Se cuenta que cuando notificaron a Felipe III el siniestro, preguntó por dicho cuadro y terminó diciendo: «Si ese cuadro se salvó, lo demás no importa».

Fue Felipe II quien dotó al recinto del jardín que sustituyó al foso. Fue alfombrado con plantas verdes, árboles, flores y fuentes, sirviendo de nexo entre el espacio interior del palacio y la naturaleza exterior. Bajo el reinado de los últimos Habsburgo, la corte visitaba brevemente El Pardo el día de San Andrés, 30 de noviembre. Pasadas las festividades navideñas la Corte volvía para alojarse alrededor de un mes. Asimismo, los soberanos también solían visitar El Pardo sin preaviso para ir a comer o disfrutar de la caza durante uno o dos días.

Felipe V, primer soberano de la Casa de Borbón, visitó por primera vez El Pardo en 1701 y el lugar le pareció profundamente anticuado e inhóspito. El palacio albergaba en esa época doscientas veintidós pinturas, entre las que se incluían lienzos de género y paisajes flamencos, retratos de los Habsburgo y varias copias de obras de Tiziano. 

Vista del Palacio Real del Pardo en 1630. Jusep Leonardo

Vista de la Torre de la Parada, 1640. Felix Castello. Madrid, Museo de Historia.

La riqueza cinegética del monte atrajo hacia este paraje a los reyes españoles, que lo utilizaban como coto de caza desde la Alta Edad Media, hasta convertirse en el cazadero predilecto de los Austrias y de los Borbones. El propio nombre del lugar parece vinculado a la caza y algunos investigadores vinculan el topónimo al oso pardo, muy abundante en tiempos pasados. El rey Alfonso XI dejó constancia de este y otros aspectos relacionados con el arte cinegético en su Libro de la Montería, escrito hacia 1312 : “El Pardo es un buen monte de puerco en invierno, et en tiempo de panes. Haber matado dos osos un sábado, antes de mediodía, que nunca vi dos osos mayores ni ayuntados en uno.”

Felipe V decidió cambiar radicalmente la decoración, las pinturas fueron enviadas a otros reales sitios y las paredes se recubrieron con tapices de la recién fundada Real Fábrica. Asimismo, para albergar a toda la familia real, el arquitecto René Carlier decidió tabicar dos de las tres galerías que tenía el palacio: la Galería de la Reina y la Salón de Retratos. Este monarca comienza la ampliación de la Dehesa de la Zarzuela y su incorporación al Pardo y la anexión de La Quinta.

Carlos III disfrutaba especialmente de la estancia en El Pardo que se convirtió en su principal residencia invernal. Allí la corte pasaba casi tres meses el año, desde Epifanía hasta Semana Santa. El rey encargó importantes trabajos de redecoración para sus aposentos y los de su esposa, como la confección de nuevos tapices de temática campestre basados en los cartones de David Teniers o la realización de techos con estucos dorados, obra de Roberto Michel. Sin embargo, el palacio continuó siendo pequeño para alojar a toda la familia real, por lo que a partir de 1772, Carlos III encomendó a Francesco Sabatini, uno de los arquitectos del Palacio Real de Madrid, la ampliación de El Pardo.

Sabatini edificará al este un nuevo edificio idéntico al viejo palacio y los unió a través de un pabellón central que albergaría el vestíbulo en la planta baja y las antecámaras y comedor del rey en el primer piso. El patio central del nuevo edificio recibió el nombre de Patio de los Borbones, en oposición al Patio de los Austrias del viejo palacio. Para unificar el conjunto, la fachada de ladrillo rojizo de época de los Austrias se enfoscó y se pintó de color crema. El Pardo adquirió entonces un aspecto más parecido al de un château tardo-barroco francés articulado a través de pabellones y con tejados à la Mansard.

Tras la muerte de Carlos III en 1788, su hijo y sucesor, Carlos IV, abandonó El Pardo en 1792, ya que en ese palacio siempre se había sentido aislado durante los largos meses de invierno. Los aposentos fueron desamueblados y la mayoría de objetos trasladados al Palacio de los Borbones de El Escorial. El rey pasó a alargar la jornada en Aranjuez y allí residía durante los 6 primeros meses del año.

Fernando VII volvió a amueblar el recinto, en este caso con mobiliario ya de clara inspiración Imperio. Fue el último monarca que lo habitó regularmente y a él también se debe la sistematización del jardín y la construcción del pequeño puente que une los aposentos reales alrededor del Patio de los Austrias con la Capilla Real.

Además de por sus valores arquitectónicos, el palacio destaca por su decoración interior. Son notables los frescos, que abarcan desde el renacimiento tardío de Felipe II hasta el neoclasicismo de Fernando VII pasando por el tardobarroco de época de Carlos III. Asimismo, es especialmente relevante su colección de tapices, del siglo XVIII, en la que figuran cinco de las series más conocidas de Francisco de Goya.

A principios del siglo XIX el Real Sitio abarcaba los actuales términos municipales del Madrid noroeste, parte de Las Rozas, Hoyo de Manzanares, Colmenar Viejo, Soto del Real, parte de Miraflores, San Agustín de Guadalix, San Sebastián de los Reyes y Alcobendas. A mediados de este siglo el Real Sitio fue declarado cantón militar, instalándose una escuela de tiro, nuevos cuarteles y varios edificios públicos de beneficencia de los que quedan restos en la actualidad. A finales de este siglo la fisonomía del complejo real había cambiado y de todo aquello que era El Pardo los madrileños solo conservan una parte, amenazada constantemente por el crecimiento de los núcleos urbanos y el aumento del tráfico rodado.

El Palacio Real del Pardo fue residencia oficial de Franco durante la dictadura y actualmente lugar de alojamiento para las visitas de Estado y para ciertos actos relacionados con la Casa Real. Otros edificios son La Casita del Príncipe y el convento del Cristo de El Pardo donde se conserva una talla de Gregorio Fernández, del siglo XVII.

Pocos kilómetros hacia el sur se sitúa el Palacio de la Zarzuela, cuyas obras se iniciaron en el siglo XVII, a iniciativa de Felipe IV, si bien el edificio actual es fruto de numerosas reformas y transformaciones posteriores y es desde la llegada de la democracia la residencia oficial de los reyes de España.

El político Manuel Azaña fue uno de los más acérrimos defensores del Monte de El Pardo durante su periodo como presidente de la Segunda República Española, al que preservó de algunas iniciativas urbanísticas. Durante la Guerra Civil sufrió numerosos daños como consecuencia de encontrarse en una zona cercana al frente bélico.

Tanto el palacio como su pequeño jardín fueron declarados Bien de Interés Cultural en 1931 y 1934, respectivamente.

Soto de Viñuelas

Se trata de un encinar adehesado, vallado y con una extensión de unas 3.000 hectáreas, que reúne importantes valores ecológicos, paisajísticos y artísticos. Situado al norte de la ciudad de Madrid, al sur de Tres Cantos y San Agustín del Guadalix, al este del Monte de El Pardo y al oeste de San Sebastián de los Reyes.

Está integrado desde 1985 en el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares, donde ha sido catalogado como Zona B, figura legal que permite la utilización agropecuaria del terreno. También ha recibido la declaración de Zona Especial de Protección para Aves (ZEPA). Se trata de un apéndice del Monde del Pardo.

La finca perteneció al señorío del Real de Manzanares, propiedad de la Casa de los Mendoza. En el siglo XVI pasó a manos del emperador Carlos I, que la vendió a Arias Pardo de Saavedra, mariscal de Castilla. En 1693, el Soto de Viñuelas fue adquirido por el maestre de campo Cristóbal de Alvarado y Bracamonte, quien reconstruyó la mansión señorial, hoy conocida como Castillo de Viñuelas, para facilitar la estancia de Felipe V, que comenzó a frecuentar el lugar, atraído por su riqueza cinegética. En mayo de 1751 Fernando VI lo incorporó al Real Sitio de El Pardo.

Durante la Guerra Civil, el castillo de Viñuelas sirvió de cuartel general al ejército republicano, que salvaguardó las obras de arte depositadas en el edificio. Finalizada la contienda, la mansión fue elegida como residencia por Franco, que vivió en ella mientras se acondicionaba el Palacio Real de El Pardo.